martes, septiembre 28, 2010

Final


El momento en que llegaste fue el final de mi tarde tranquila, a solas. Ni siquiera saludaste, no, entraste a la sala a trompicones y yo supe de inmediato que tu día había sido malo. Que ningún día era bueno para vos. Retumbaste en toda la casa, en las escaleras, en el florero, en mi mente. Tomp, tomp, tomp. Pisadas de una horrible bestia que no dejaban huellas.
Te sentaste y no dijiste nada. Yo cebaba el mate y te miraba de reojo, esperando que me lo reclamaras con un gesto. Pero no te moviste.
―Es lindo ver el atardecer ―dijiste, sin mirarme.
El cielo estaba manchado de rojo, de ese tono anaranjado de los girasoles más maduros.
Te acercaste y me diste un beso, con la excusa de robarme el mate.
―Es el primero que vemos juntos―Yo me callé y luego no dijiste nada más.
Arriba, el sol ya se había plegado y llevado consigo el final del día.

 
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