El tiempo se había apoderado de cada detalle de su rostro deteriorado por el paso de los años. Frente poblada de preocupaciones que pronto desaparecerían en un fugaz instante, boca torcida y ojos enmarcados por la experiencia y el conocimiento de que la vida es pasajera, y cuando apenas uno se da cuenta de ello, ya será demasiado tarde.
Pero la habitación estaba decorada con memorias. Estaba acompañado por sus familiares, amigos, seres queridos, y eso es lo que importa. Eso es lo que siempre importó: No morir solo.
El llanto y la agonía inundaron cada rincón de la habitación. Ya no había caso ocultar lo inevitable, la muerte lo estaba esperando, impasible.
Nunca más los volvió a abrir.
La vida no es más que una estación. Solo una parada. Un hogar temporal.
1 comentarios:
Aw, triste, Fannycita. Siempre me ha dolido esa humildad tan rompecorazones que tienen los desvalidos.
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